Cuando alguien no ha tenido la suerte de tener libros en su casa, de que le
relaten historias, de que les lean libros, de ver leer a sus padres, las cosas
pueden cambiar si existe un encuentro con alguien que ama a los libros, que
puede transmitir pasión por la lectura y que funciona como “iniciador” o
“mediador”. Alguien que de manera informal, a veces esporádica, nos pone en
contacto con el libro. Puede ser un docente, un amigo, el bibliotecario, el
trabajador social, el pediatra.
Lo que pueden hacer los iniciadores de libros, es por supuesto, introducir
a los niños –y a los adultos– a una mayor familiaridad, a una mayor naturalidad
en el acercamiento a los libros escritos. Es transmitir sus pasiones, sus
curiosidades y cuestionar su profesión y su propia relación con los libros, sin
desconocer sus miedos”.
Escritores famosos como Albert Camus, proveniente de un entorno pobre,
decía en el primer hombre: “La pobreza y la ignorancia hacían la vida más
difícil, más insípida, como encerrada en sí misma; la miseria es una fortaleza
sin puente levadizo”, pero en su caso hubo algunos puentes levadizos: un
maestro que lo inició y a quien reconoció públicamente por escrito cuando
recibió el premio Nobel de Literatura en 1957 y una Biblioteca Municipal que le
permitieron salir de la pobreza y no estar condenado a la inmovilidad social
que provoca sensación de atrapamiento y asfixia.
Camus decía en relación a la Biblioteca: Lo que contenían los libros
importaba poco en el fondo. Lo importante era lo que experimentaban al
principio al entrar en la biblioteca, donde no veían los muros de libros
negros, sino un espacio y horizontes múltiples, que desde el quicio de la
puerta, los sacaban de la vida estrecha del barrio”.
Se reconoce la importancia que ejerce la lectura en el desarrollo y salud
integral de las personas. Es considerada
un derecho al que todos los niños tienen que poder acceder y para
que un niño tenga la posibilidad de transformarse en un lector, hay que
acercarlo precozmente al libro.
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