Se sabe que durante la etapa prenatal se producen más neuronas de las que
se encuentran en el adulto. Las neuronas que no han sido estimuladas o los
circuitos que luego no se usen morirán, a esto se lo denomina “Poda cerebral o
Prunning”.
Alrededor
de los 2 años, los niños tienen el doble de conexiones neuronales – sinapsis - que sus padres. Al final
de los 10 años hay todavía abundante creación de las mismas, pero de acuerdo al
conocimiento actual, al final de la adolescencia han sido eliminadas la mitad
de todas las sinapsis del cerebro.
“Dicen que si el hombre no pudiera soñar por las noches se volvería loco;
del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo
imaginario nunca llegará a asumir la realidad.
La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de
comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre. ¡Cuéntame un cuento –dice
el niño– papi por favor, papi por favor, cuéntame un cuento! –Entonces el padre
se sienta y le narra un cuento. “ Auster.
A diferencia
del juego, el hábito de la lectura no es innato, se aprende, se adquiere. Si nos preguntáramos ¿cómo se adquiere ese hábito? Michèle Petit
(antropóloga, socióloga e investigadora de lectura infanto- juvenil) y
coincidiendo con el pensamiento de la mayoría de los expertos, nos daría una
respuesta que parece ser bastante sencilla: “para que un niño se convierta en
un lector hay que acercarlo precozmente al libro y leerle en voz alta”.
Es muy importante que el libro forme parte de los objetos cotidianos antes
de ingresar a la escuela. El objetivo no es que el niño aprenda a leer y
escribir tempranamente, sino que el libro con sus imágenes y letras forme parte
de su universo, de la misma forma que lo hacen los juguetes.
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