Lectura, desarrollo y salud integral



En la apertura de esta nueva sección en ñeepora.com.ar compartimos un informe sobre la importancia de la lectura.  La lectura potencia la memoria, agilidad y la salud mental.  Este informe de la Sociedad Argentina de Pediatría,  encabezado por la dra. Nélida C. Valdata nos habla de la importancia de la lectura en los chicos.  Para un lectura más rápido he divido el material en subtítulos.  Poda cerebral o PrunningLeer, hablar y pensarLeer en familiaLeer en la escuelaLa lectura en las distintas etapasmadurativasEl rol del“iniciador” o “mediador” y las bibliotecas públicas



Nos hacemos lectores porque alguien nos lee. Múltiples investigaciones desde diferentes disciplinas sostienen que la lectura de cuentos, iniciada tempranamente en la vida de un niño, desde lactante y realizada en el seno de la familia, por sus padres, abuelos o adultos significativos, ejerce un fuerte impacto positivo en el desarrollo intelectual y afectivo del niño.


Así como las experiencias adversas tales como la desnutrición, la carencia afectiva, la pobreza extrema, el abandono, la violencia pueden dejar secuelas negativas en el cerebro, las experiencias relacionadas con el afecto, el cuidado, el sostén, la contención emocional, adecuada alimentación y situaciones placenteras relacionadas con el juego y lectura dejan una impronta fuertemente positiva en el desarrollo cerebral que perdurará por el resto de la vida y que contribuye al desarrollo e incremento de la salud integral de los niños, niñas y adolescentes.


Aunque privilegiamos el libro, cuando hablamos de lectura de cuentos, incluimos el relato de historias familiares, las narraciones de algún adulto, las canciones de cuna, etc. Hay que rodear a los niños de palabras desde recién nacidos, cantando, susurrando, acariciando. A medida que van creciendo contarles los hechos simples y cotidianos que los rodean, revalorizar las historias familiares, contarles cuentos inventados a partir de situaciones cotidianas y personajes conocidos.

Los seres humanos somos el resultado de la interacción entre la herencia genética y la herencia cultural mediada por los vínculos familiares. Así por ejemplo, los seres humanos nacemos con la capacidad genética para hablar pero que logremos hablar o el idioma que hablemos va a depender de nuestra cultura.

El cerebro del niño al nacer no es una página en blanco que debe ser escrita desde cero, tampoco es una página donde todo ya está escrito y determinado de una forma inmutable, hay infinidad de neuronas que, con un potencial casi infinito, esperan ser estimuladas y conectadas entre sí. A medida que el niño va interactuando con el medio a través de sus vínculos afectivos, las neuronas se irán estimulando y conectando con otras. Si bien hay un dicho que dice que “nunca es tarde para aprender” –y en cierta medida lo es– se acepta que existen períodos de mayor sensibilidad para producir  estas conexiones o redes neuronales.

Durante los tres primeros años de la vida es cuando proliferan explosivamente las sinapsis cerebrales coincidiendo con los momentos de vigilia en los que los niños se encuentran, a la manera de un radar, descubriendo el mundo e interesándose permanentemente por todo lo que lo rodea.

Es el período de tiempo donde se construyen los cimientos de la persona. El objetivo es conseguir el desarrollo del mayor número de sinapsis y conexiones cerebrales. Podemos decir que cuantas más conexiones cerebrales existan, más capacidad de desarrollo cerebral habrá. La aparición de una actividad mental tiene tendencia a repetirse si el estímulo aparece nuevamente.




Poda cerebral o Prunning



Se sabe que durante la etapa prenatal se producen más neuronas de las que se encuentran en el adulto. Las neuronas que no han sido estimuladas o los circuitos que luego no se usen morirán, a esto se lo denomina “Poda cerebral o Prunning”.

Alrededor de los 2 años, los niños tienen el doble de conexiones neuronales – sinapsis -  que sus padres. Al final de los 10 años hay todavía abundante creación de las mismas, pero de acuerdo al conocimiento actual, al final de la adolescencia han sido eliminadas la mitad de todas las sinapsis del cerebro.

“Dicen que si el hombre no pudiera soñar por las noches se volvería loco; del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo imaginario nunca llegará a asumir la realidad.

La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre. ¡Cuéntame un cuento –dice el niño– papi por favor, papi por favor, cuéntame un cuento! –Entonces el padre se sienta y le narra un cuento. “ Auster.

A diferencia del juego, el hábito de la lectura no es innato, se aprende, se adquiere.

Si nos preguntáramos ¿cómo se adquiere ese hábito? Michèle Petit (antropóloga, socióloga e investigadora de lectura infanto- juvenil) y coincidiendo con el pensamiento de la mayoría de los expertos, nos daría una respuesta que parece ser bastante sencilla: “para que un niño se convierta en un lector hay que acercarlo precozmente al libro y leerle en voz alta”.

Es muy importante que el libro forme parte de los objetos cotidianos antes de ingresar a la escuela. El objetivo no es que el niño aprenda a leer y escribir tempranamente, sino que el libro con sus imágenes y letras forme parte de su universo, de la misma forma que lo hacen los juguetes.



Leer, hablar y pensar.


Está demostrado que hablarles y leerles cuentos a los niños incrementa notablemente el desarrollo del lenguaje. Si bien existen diferentes tipos de códigos comunicacionales (gestual, mímicos, verbal), el verbal es el específicamente humano, es el que nos permite el acceso a la cultura, a lo simbólico en su más elevado nivel de complejidad. Nos construye como seres humanos y nos comunica con los otros. Cuanto más capaz sea uno de nombrar lo que vive, más apto será para vivirlo y para transformarlo.

Cuando una persona no cuenta con las palabras para pensarse a sí mismo, para expresar su angustia, su coraje, sus esperanzas, no queda más que el cuerpo para hablar: ya sea el cuerpo que grita con todos sus síntomas, ya sea el enfrentamiento violento de un cuerpo con otro, la traducción en actos violentos” (Petit, M.).

Existe un desfasaje entre la expresión y la comprensión. El niño es capaz de comprender más de lo que es capaz de emitir y esto ocurre también en la vida adulta. Algunos adultos piensan que como los niños todavía no hablan o no pueden contestar, tampoco entienden y es por esto que la comunicación se reduce a frases simples, órdenes e indicaciones.

La capacidad de incrementar el vocabulario dura toda la vida, aunque con un ritmo más lento que lo que ocurre en los primeros 5 años.

Hay suficiente evidencia científica que avala que leerle desde muy temprana edad y en voz alta a un niño es una de las acciones de mayor importancia que un adulto puede realizar  para facilitar el ulterior desarrollo de las habilidades de lectoescritura.

La lectura es una tarea muy compleja en la que intervienen procesos cognitivos implicados en la identificación de letras, palabras y la comprensión lectora.  La comprensión lectora es el aspecto central de la lectura y para que esto se dé, es necesario como prerrequisito que haya una lectura rápida, fluida y automática.  La lectura es reparadora.



Leer en familia


La lectura, a través de la interacción comunicativa entre el niño y su familia favorece la estructuración psíquica, la construcción de la subjetividad. La necesidad de encontrar y darle un sentido profundo a la vida, es algo inherente a la condición humana. El vínculo amoroso y la interacción con los padres es el determinante más importante para promover la capacidad de encontrar sentido a la vida. “La tarea más importante y al mismo tiempo la más difícil en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido en la vida”. (Bettellheim, Bruno. Médico Psiquiatra y Psicoanalista infantil).

El niño a medida que crece aprende a conocerse mejor, a conocer mejor a los otros, a entablar relaciones satisfactorias llenas de significado, a entrar en la cultura más allá de sus cuidadores. Es necesario, que pueda desarrollar recursos internos para que las propias emociones, imaginación e intelecto se apoyen y crezcan mutuamente y de esta manera no quedar a merced de los caprichos de la vida.

Todos nosotros estamos formados, entre otras cosas, por las historias familiares, cuentos, rimas, canciones, adivinanzas que nos relataron de pequeños. Estos relatos son tan fuertes y poderosos que dejan una impronta imborrable para el resto de nuestras vidas. Es importante reconocer el rol de los abuelos en toda esta experiencia enriquecedora no sólo dentro del ámbito familiar, sino también dentro de la comunidad a la que pertenecen.



Leer en la escuela


En la escuela también suelen existir a menudo relaciones complejas con la lectura. Los alumnos muchas veces se ven sometidos a estrategias de aprendizaje, donde la lectura es un medio para rendir cuenta de lo aprendido, completar fichas, responder cuestionarios, etc. provocando rechazo por la lectura. Muchos escolares, niños y adolescentes le asignan a la lectura escolar carácter de obligación, según la cual hay que leer para satisfacer a los adultos. Esto en realidad termina provocando rechazo y resistencia a los libros.

Estudios sociológicos revelan que cuanto más asisten a la escuela los alumnos, menos libros leen. Por eso, muchos expertos dicen que aquellos niños y adolescentes que ya han adquirido hábitos lectores pueden tener una lectura de “día” para satisfacer a los adultos y una lectura de “noche” que es la personal, privada, la que los construye. Siendo la escuela el ámbito donde aprenden a leer. ¿Se enseña en ella realmente el gozo por la lectura?

Como dice Marc Soriano, hay un punto en el que todos están de acuerdo: “el fin de la enseñanza es y seguirá siendo atender al interés del niño; se trata no sólo de que aprenda a leer sino de que ame la lectura”.

El Dr. Jaim Etcheverry, (Médico, Investigador del Conicet, ex Rector de la UBA) hablando de escuela y educación y refiriéndose a la pasión, dice: “Seguramente de nuestra etapa como alumnos recordamos algunos pocos profesores significativos, pero lo que recordamos de ellos no es tanto los conocimientos que nos transmitieron sino la pasión con que lo hicieron”. En esta línea de pensamiento se inscribe también la posibilidad de la escuela de transmitir la pasión por la lectura.



¿Cuál es el momento apropiado para leerles?


Se dice que el mejor curso de preparación para el mundo es leerles a los hijos en la cama cuando son pequeños. Leerles antes de dormir. Si bien, antes de dormir es un momento especial para leer cuentos, cada familia de acuerdo a su organización y horarios encontrará el momento propicio. Es conveniente mantener el hábito de leerles en determinados momentos del día para que sea un momento esperado y anticipen con alegría la lectura.


No importa tanto la cantidad de tiempo de lectura, ya que el tiempo de atención y escucha en los más pequeños es fugaz. El tiempo de atención va aumentando con la edad. No importa si son breves momentos, lo que sí importa es que leer sea un hecho regular, cotidiano para que el niño lo incorpore como hábito. Siempre debe ser placentero, nunca debe transformarse en una obligación.



¿Cómo leerles?


A los chicos les gusta que les lean cuentos o narren historias en voz alta. La lectura en el hogar no sólo genera un espacio de intercambio sino de dedicación y cuidado. Es un momento de intimidad y una prueba de cariño. Es una experiencia que fortalece los vínculos afectivos con las personas que les leen y con los libros. Para leer en voz alta, es conveniente que el lector se sienta cómodo y relajado, que sea un momento dedicado exclusivamente a esta actividad.

La lectura en voz alta no implica leer cada una de las palabras. Dar tiempo para escuchar sus comentarios. Dialogar con los chicos. Con los más pequeños, a veces, es mejor sintetizar el texto o conversar acerca de las ilustraciones del libro. Para que los niños compartan las ilustraciones, es recomendable girar el libro y colocarlas frente a ellos, esto los hará sentirse parte del proceso y los ayudará a sumergirse en la historia.

Para contar cuentos, no es necesario disponer de muchos libros. Podemos contar cuentos o historias que el adulto conoce, o inventar historias nuevas, contar historias a partir de fotos y dibujos. Crear historias juntos. Construir juntos sus propios libros...



¿Qué leerles?


El tipo de lectura depende del estado madurativo del niño. Los diferentes tipos de materiales y formatos con los que están hechos los libros y los temas que aborden deben corresponder a los intereses y posibilidades de los niños de acuerdo a sus edades y a sus experiencias vitales.



La lectura en las distintas etapas madurativas


Desde el nacimiento aparecen los “libros sin página”, como los llama Yolanda Reyes, donde hay una cantidad importante de recuerdos familiares, transmitidos en forma oral, a través de canciones de cuna, arrullos, susurros, rimas, junto a caricias y palabras dichas con afecto. Son palabras mágicas y sonidos que hace que el niño evoque “otros sonidos”, sonidos generalmente rítmicos, que le son familiares desde la etapa prenatal.

Desde el antro materno el niño oye los latidos de su madre y también la voz de su madre y otras voces y sonidos que le llegan, amortiguados, desde el exterior.

A partir de los 4 a 6 meses, cuando el niño comienza a incorporarse y a tomar objetos y sostenerlos, podemos acercarle libros. “Libros-juguetes”, hechos en diferentes materiales resistentes (plástico, tela, cartón duro plastificado), con diferentes texturas. Con imágenes simples, grandes y muy coloridas. A pesar de que su atención es fugaz y que en general no reparan mucho en las imágenes, nosotros podemos ir señalándolas. El libro irá a la boca, será mordido, golpeado, arrojado al suelo, irá a la bañera. Todos los autores y especialistas en desarrollo infantil coinciden que ésta es su forma de leer.

Alrededor del año, los niños comienzan a interesarse fugazmente por las imágenes, que siguen siendo grandes, muy coloridas y brillantes, sin textos. Estos “libros de imágenes” permiten nombrar objetos conocidos y comenzar a contar alguna pequeña historia. Generalmente el tiempo de atención es muy breve y hay que respetarlo. El niño desde pequeño sabe que lo que se cuenta no es real.

Entre el año y los dos años la imagen sigue siendo muy importante y empiezan progresivamente a aparecer algunas palabras escritas. El libro ya es un elemento conocido, lo puede sostener mejor, no es necesario que todas sus páginas sean de cartón grueso. Es muy raro que a esta edad rompan los libros. Progresa su motricidad fina y pueden pasar varias páginas a la vez. Señalan figuras, que representan objetos, animales, situaciones conocidas por el niño. La atención sigue siendo breve, a veces prefieren estar en brazos durante el relato y otras veces se paran y caminan alrededor del lector.

Entre los 2 y 3 años, la imagen sigue siendo importante, aparecen algunas palabras escritas. El niño es capaz de pasar las páginas de a una, transportan los libros con facilidad. Les gusta que le cuenten historias breves y simples de la vida cotidiana. Señalan, nombran figuras. Imitan leyéndoles a los muñecos. Quieren que se les repitan varias veces los mismos relatos.

Entre los 3 y 5 años aparece un poco más de texto escrito. Disfrutan de la “lectura dialogada”, en la que pueden intervenir, preguntar, tratar de relatar la historia, jugar a leer moviendo un dedo de izquierda a derecha. Es la edad de los por qué! En general los temas que más les atraen son los relacionados a situaciones de su propio entorno: la vida cotidiana, mascotas, ir al jardín de infantes, ir al doctor, amigos, nacimiento de hermanos, celos, miedos, rimas, versos, etc. Comienza el interés por el reconocimiento  de las letras.

Al ingreso escolar comienza el aprendizaje formal de la lectoescritura. La ilustración sigue presente, pero ya no ocupa todas las páginas. A medida que el niño va creciendo, aumenta el texto escrito. Irán apareciendo textos más complejos, más extensos relacionados con la edad e intereses del niño. Les interesan las fábulas, los cuentos tradicionales, historias con humor, equivocaciones y absurdo.

Los cuentos populares de hadas y su influencia en el desarrollo emocional.

Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, señala que estas historias plantean, de modo breve y conciso, un problema existencial, enfrentando oportunamente y de manera adecuada al niño con los conflictos humanos básicos. “El mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras es que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la naturaleza humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso”. El bien y el mal están omnipresentes.

Entre los 7 y 10 años, los temas de interés están relacionados con el mundo de las brujas, hadas, duendes y magos, cuentos graciosos, realistas, de intriga, historietas. Entre los 10 y 12 años, las mujeres se interesan por las historias de amor y aventuras, en tanto que los varones prefieren historias de aventuras con realismo verosímil y heroísmo. Ambos se interesan por historietas, poesía, ciencia-ficción, etc.

Durante la etapa de la escuela primaria es recomendable no abandonar la lectura compartida, dialogada, aduciendo que el niño ya sabe leer. En los niños mayores, tal vez no se comparta siempre la lectura, pero sigue siendo recomendable, como forma de valorar sus lecturas, compartir opiniones de lo que están leyendo, ayudarlos a la comprensión de textos, completando lo no dicho, los implícitos. Es fundamental todavía, el protagonismo de los padres, interesándose y compartiendo lecturas con los hijos.



Adolescentes.


Es muy importante respetar sus preferencias. Suelen leer historietas, letras de canciones, revistas de rock, deportes, aventuras, ciencia ficción, cuentos de terror, policiales, etc. También novelas o cuentos que los ayuden a pensar los temas que los preocupan. Los jóvenes están preocupados por temas relacionados con el sexo, el amor, el sentido de la vida, la muerte y encuentran en la lectura literaria respuestas que los alivian, que los hacen crecer. El adolescente desea leer en privado, en solitario, no le gusta que lo interrumpan, que le pregunten que lee. En general se aíslan. “Quizás los padres ya no estén invitados” (Reyes). El libro forma parte de su mundo íntimo y puede convertirse en una ventana valiosa en su búsqueda personal.  Es muy importante también enseñarle progresivamente a elegir sus propios libros.

En estos casos, si el propósito del adulto es que el niño aprenda a elegir, tiene que poder tolerar la mala elección. Después de todo, al igual que con los adultos, el equivocarse forma parte del proceso de aprendizaje y con la orientación del adulto el niño irá mejorando progresivamente sus criterios de selección.

Según las entrevistas realizadas a adolescentes y jóvenes, se pudo comprobar que la experiencia de la lectura no difiere según el nivel social, siempre y cuando uno tenga la suerte de acceder a ella. Lo que sí es diferente son los diversos obstáculos que se interponen –económicos, culturales, psicológicos– para el acceso a la lectura. Una ciudadanía activa no es algo caído del cielo, es algo que se construye. Mediante la difusión práctica de la lectura, se crea un cierto número de condiciones necesarias para acceder a una ciudadanía”. Petit, M.

La lectura es una de las herramientas más poderosas para luchar contra la ignorancia, la pobreza, la violencia y la falta de esperanza. Justamente es en estos espacios desfavorecidos, donde cobra especial sentido la promoción de la lectura.



El rol del “iniciador” o “mediador” y las bibliotecas públicas


Cuando alguien no ha tenido la suerte de tener libros en su casa, de que le relaten historias, de que les lean libros, de ver leer a sus padres, las cosas pueden cambiar si existe un encuentro con alguien que ama a los libros, que puede transmitir pasión por la lectura y que funciona como “iniciador” o “mediador”. Alguien que de manera informal, a veces esporádica, nos pone en contacto con el libro. Puede ser un docente, un amigo, el bibliotecario, el trabajador social, el pediatra.


Lo que pueden hacer los iniciadores de libros, es por supuesto, introducir a los niños –y a los adultos– a una mayor familiaridad, a una mayor naturalidad en el acercamiento a los libros escritos. Es transmitir sus pasiones, sus curiosidades y cuestionar su profesión y su propia relación con los libros, sin desconocer sus miedos”.

Escritores famosos como Albert Camus, proveniente de un entorno pobre, decía en el primer hombre: “La pobreza y la ignorancia hacían la vida más difícil, más insípida, como encerrada en sí misma; la miseria es una fortaleza sin puente levadizo”, pero en su caso hubo algunos puentes levadizos: un maestro que lo inició y a quien reconoció públicamente por escrito cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957 y una Biblioteca Municipal que le permitieron salir de la pobreza y no estar condenado a la inmovilidad social que provoca sensación de atrapamiento y asfixia.


Camus decía en relación a la Biblioteca: Lo que contenían los libros importaba poco en el fondo. Lo importante era lo que experimentaban al principio al entrar en la biblioteca, donde no veían los muros de libros negros, sino un espacio y horizontes múltiples, que desde el quicio de la puerta, los sacaban de la vida estrecha del barrio”.


Se reconoce la importancia que ejerce la lectura en el desarrollo y salud integral de las personas.  Es considerada un derecho al que todos los niños tienen que poder acceder y para que un niño tenga la posibilidad de transformarse en un lector, hay que acercarlo precozmente al libro.

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